Anoche comentaba el Omar que, según un estudio, la zona del cuerpo en donde se experimenta el amor es el cerebro y cuando uno detecta al sujet@ que enciende los foquitos que dan la señal de: "¡yahuuuuuuuuuuuuuuu!! al cerebro, bastan solamente doce milésimas de segundos para que se liberen dosis de oxitocina, dopamina y adrenalina suficientes como para sentir mariposas en la panza y puntos circunvecinos.
Bien, todo esto podía haber sido sólo un dato curioso que salió a la plática anoche, pero no, no fue así. Hoy, queridas Mafaldas, comprobé que es absolutamente cierto. En la madre. El sujeto se encontraba del otro lado de la barra de sushi y me alimentó durante más de tres horas con ensalada sunomonu, sushi y trozos de pescado de toda clase y procedencia. Me dio a probar salsas y distintos tipos de algas. En realidad no sé en qué momento comenzamos a platicar, pero pasamos de las preguntas ¿eres de por aquí? ¿cuánto tiempo te quedas? a yo nací en Sonora, mis abuelos eran yaquis y mayos y ahí, apenas llevaba como diez minutos en la barra y acababa de pedir la ensalada sunomono, que se abren decenas de temas como cruce de caminos y que los agotamos todos (documental Bacatete, limpieza étnica, perros, Japón, migraciones familiares, similitud entre las recetas tradicionales de Sonora y la Baja Sur, bla bla bla) y que me siento como Sabina con la mujer que encontró detrás de la barra. Más o menos entonces fue que me fijé en sus ojos y en que estaba platicando con una chulada de hombre. Se me hace que mi cuerpo se dio cuenta antes que yo porque me sorprendí sonriéndole con cara de idiota y mirándolo con toda la atención del mundo.
Yo, que siempre me quejo que comer sola cuando estoy de viaje es deprimente, salí de aquel sushi bar casi de noche, sonriente y bien alimentada. Solamente atiné a enviar un mensaje a quien comentó anoche el curioso dato científico sobre las doce milésimas de segundo: teoría comprobada; y ahora se los cuento a ustedes para que se rían conmigo cuando pasen por aquí.