67

Después de la crítica. Después de las lecturas recetadas. Después de enviar un archivo y luego releerlo y hacerle cambios bárbaros. Después de no tener ganas de escribir porque eso significaba estar de un humor que no le queda a mi recién descubierto deseo de ser feliz. Después del borrón y cuenta nueva. Después de competir entre leer, ver la tele, reírme en el youtube y jugar con mi mascota del pet society. Después de admitir que este es el libro más difícil. Después de observar que mi corazón se arrugaba, se planchaba, se hacía pequeño, se hacía grande. Después de decidir que el corazón es el corazón y que las cosas del corazón hay que dejarlas fluir para que solas se acomoden. Después de mandarle un borrador a la acróbata y después de cambiar mucho de ese borrador. Después de darle la razón a Tolstoi y estar en desacuerdo con Strindberg. Después de hablar de esto con personas conocidas y no conocidas. Después de leer a Michael Cook y tomar a gotas las memorias de Fátima Mernissi. Después de hablar no sé cuántas veces al día con la dueña de la casa de la cinco de mayo. Después de aprender a jugar el brainnoséqué con el DS de mi hijo. Después de hacerme wey día y medio de los tres días del puente


Así, sin darme cuenta. 
Llegué a la página 67, del 23 de febrero pacá.
Vaya a usté a saber qué dirá el severísimo y maravilloso tutor que me asignó el destino, pero por lo menos ya no hay una silvia pinal oculta en estas páginas (or so I think).



5 comentarios:

  mar adentro

17 de marzo de 2009, 16:50

En esas 67 páginas hay tanto aprendizaje y construcción...que será como tu propio buildungsroman

  Anónimo

17 de marzo de 2009, 17:25

Se te olvidó decir que has bajado unos qué será, 5 kilos?

  sylvíssima

17 de marzo de 2009, 17:48

y si considero los kilos también será mi bodybuilding, piooor que la entrenadora de la capitán.

  mar adentro

18 de marzo de 2009, 17:41

noooo, qué miedo...
¿habrá alguien más malo que la entrenadora pechugona de la capitana?

  Anónimo

19 de marzo de 2009, 12:57

No hay. Me hartó y la cambié por un entrenador dulce, joven, tierno y de mirada triste. No me duele ir al gym desde entonces, y eso que mi sesión es a las 6:30 a.m.