¿Y ahora qué?

Veinte años de estar juntos y olvidé y no supe decirte, me perdí muchas veces, teniendo fé en que tú no me perderías de vista al menos. Ahora sólo quedo yo y si lo decido, el mundo entero para correrlo, aunque tengo un poco de ciática, encías sensibles y migrañas. Más bien, no lo puedo creer aunque quisiera y debiera ser, que a ésta tu casa de la Olivares, sólo volverás de visita de vez en cuando los domingos como hace años, que te escribía y a tu hermano, desde la cocina olorosa a galletas de limón que tanto te gustan: "muy señores míos A. y P. La condesa R. les invita a tomar el té en el salón a las 5 de la tarde" nos sentábamos los tres, alrededor de la jarra de porcelana azul y blanca, y no había una sola vez que rechazaran esta oferta, (y las de ir al cine)y quisiera acordarme de más cosas, que no puedo porque me pondría a llorar por mi infancia y la suya alegando en mi defensa, que un poco de forma inconsciente estaba segura de que todo estaría bien (que otra cosa podemos hacer las madres más que repetirnos esto hasta quedar engañadas) y llegaría el momento en que te vas, mayor, a hacer de las tuyas con el perro, la cajonera, la cama, la lámpara y el librero.

1 comentarios:

  mar adentro

17 de agosto de 2010, 16:33

Yo propongo un mafaldeo con los Capitanes Jr., sería delicioso, el chicho incluído.