INSISTO, SOY UNA SUSANITA

Heme ahí con un par de horas libres pa matar entre mi salida del trabajo y la hora de recoger al hijo en su clase de guitarra. Pienso en qué hay pendiente. Nada. Por primera vez todo está pagado. Me digo, y si vas a esa tienda de estambres a ver qué encuentras... Me obedezco. Conduzco.

Pasé más de 30 minutos viendo estambres.

Agarraba uno.

Lo dejaba.

Agarraba otro.

Lo dejaba.

Agarraba aquel.

Lo unía con ese otro.

Luego desistía.

Finalmente encontré dos estambres de mi gusto y, lo que es peor, un diseño de bufanda que me dije, en tu cuello se vería espectacular. Le pregunto a la dueña del susodicho lugar y me dice, pues con la compra del estambre damos clases, puedo enseñarte la puntada.

Y hete ahí, otrora Mafalda, consciente Susanita: poniendo atención, fijándome en el derecho, la basta, el derecho doble, el derecho, la basta, el derecho doble, etc. etc. Después de quince minutos parada tejiendo en el mostrador me mandaron al salón.

Y hete ahí, otrora Mafaldita, buena Susanita con tu futuro: señoras por lo menos cincuenta años mayores que tú tejiendo bellezas inauditas, platicando mitotes excelentes, quitándose el estrés y apertrechándose para el invierno. Y tú, que tenías que calificar, leer, escribir la presentación del diccionario, te sentaste y a tejer, tejer, tejer, tejer, tejer, tej...

Las horas, sí, las horas, se pasaron volando. Me despedí. Quedé en ir otro día, ¿mañana? para que me enseñen el resto de la puntada de la bufanda genial que seguiré tejiendo con otras Susanitas Octogenarias.