Puntiglio

Subo para ver si estás allí.
Bajo avergonzada por dudarlo.
Hago café.
Subo a llevarte los periódicos.
Amaneció con tramontana por lo que no caminarás a piazza Regia.
Hace un calor sofocante en el salón, corto el oxígeno a la chimenea.
Hay un abrigo de mink sobre el sofá de cuero tinto,
un libro de Stendhal en la orilla de la mesita de noche.
Estás en mangas de camisa, el cabello tocando apenas tu hermosa nariz recta.
Te pones de pie junto a mí, deslizas tus dedos por mi espalda, tu mano delgada se detiene a la cintura, en reflejo adelanto la pelvis. Doy un paso al frente, sobre el escritorio leo: “Carta Annua. San Marino. 1720” enciendes la pipa sonriendo.
La fatiga te ha puesto la cara pinta.
Levanto los papeles resecos.
Bajo y deposito el paquete sobre la vitrina de mi estudio.
Subo a la toilette, me veo al espejo.
Sacudo una miga de pan tostado que está prendida al bigote, en un mohín de disgusto.
Bajo porque llegó Leda y está a punto de timbrar.
No encuentro mis llaves.
Subo por las tuyas pero el olor a lavanda me detiene en la puerta.
Bajo y sólo encuentro cartas en el pequeño tapete persa.
Desearía empezar el día de una vez, tener tiempo para ordenar tus mapas por la tarde, que miremos de reojo al Isadora cuando llega a puerto.
Subo con tu voz, estás ya en el pasillo estirando el brazo.
Signorina Sofía…400 euros.
Firma: Claudio Magris.
Todo bien. Tutto benne.

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